Turno 5

—¡Mr Lann! —bramaba Sobiropi—. Ay mi Mr Lann, ¿dónde se habrá metido? —decía mientras lloraba a moco tendido.

Sobiropi y Sinsú se encontraban en las puertas del gimnasio de José Escobar (creo), el líder de tipo Lucha. Al intentar entablar combate con él, Sobi se había dado cuenta de que su entrañable suicida no estaba dentro de su pokeball y desde entonces berreaba.

—Sobi —murmuró Sinsú—, si entretienes a Escobar le afano una medalla y listo, ya te buscarás otro Chechimon.

—Pero eso es una ilegalidad —se alarmó Sobi—. Hazlo.

Con los gritos de Sobiropi inundando el gimnasio, Sinsú se coló en la parte trasera del gimnasio. Allí, un grupo de Machops atados con cadenas a la pared llevaban a cabo labores de limpieza y mantenimiento.

—Hola chavales, ¿sabéis dónde guarda las medallas vuestro jefe el esclavista?

Ante el silencio de los Machops Sinsú se internó en una sala que parecía desierta.

—Oh, mierda.

La habitación daba miedito del bueno. Los cadáveres de un Voltorb (Mr Lann) y un Nanimon (Kvothe) habían sido ensartados en sendos ganchos que colgaban del techo.

—La hostia, pero si es el Mr Lann. El Escobar este es una caja de sorpresas.

—¿Qué haces aquí y qué has hecho? —dijo una voz a sus espaldas.

Sinsú se dio la vuelta y se topó de bruces con José Escobar.

NINONONINIONOI TIN TIN TIRIRIN TIN TIN.

Un José Escobar salvaje apareció.

José Escobar salvaje usó Acusación Furibunda: ¡Has matado a dos Chechimones! ¡Y uno de ellos es mío!

Sinsú usó Chustadefensa: Yo no he sido, estoy muy perdido.

José Escobar salvaje usó Proclama Enfurecida: ¡SINSÚ PUNTO DEL MAL!

Defensa de Sinsú mucho bajó.

Sinsú usó Autovoto: Sinsú en rojo.

Sinsú cayó debilitado.

—¿De veras pensabas que podrías derrotarme, criajo? —preguntó Escobar con el pecho henchido de gozo.

—Cómete esto, viejo.

Sinsú sacó su zampoña y zurró de lo lindo a José Escobar. Le zurró tanto tanto que cuando abandonó la habitación no sabía si estaba muerto o vivo, aunque antes de irse se hizo con una de las medallas que llevaba encima.

—¡Sobi, nos vamos! —dijo Sinsú de vuelta en la estancia principal del gimnasio—. El Mr Lann la ha espichado y creo que José Escobar también, aunque eso no puedo garantizarlo. Pero, eh, choca, que tengo la medalla.

Sobiropi le miró con cara de incredulidad.

—Pues joder, yo estaba aquí llorando cuando el Gyarados (Symon) del otro día ha entrado. Le he intentado debilitar un poco para capturarlo y se me ha ocurrido que si le pegaba un tiro en la cabeza lo conseguiría, pero no. O sea, sí, lo he debilitado, pero creo que definitivamente, no respira.

Sinsú le miró con mayor incredulidad aún.

—¿Pero por qué cojones llevas una pistola encima?

—Porque la noche es oscura y alberga nabos.

—Comprendo. Vámonos.

Y Sobi y Sinsú se piraron de allí dejando varios cadáveres a sus espaldas, aunque eso sí, con la medalla que acercaba a Sobi a su sueño.


Cinco sombras jugaban al parchís pentagonal.

—Te he comido, ergo avanzo 20 —dijo A.

—10 —rebatió B.

—No, son 20 —reiteró A.

—Los cojones son 20, eres una puta tramposa y te voy a matar por ello —dijo B.

—Lo dudo —contestó A.

—¡Eh, A, mira ahí un ándale wey! —gritó entonces C.

A miró al ándale wey. B se abalanzó sobre A y la degolló con un cubilete de parchís.

—Se lo dije —dijo B.

—Ahora sí que te has pasao un pasote —comentó D, y se abalanzó hacia B.

—No voy a permitir que muera nadie más aquí —dijo E con tono muy serio.

—Que te pires, pesada.

D degolló a E con un cubilete de parchís.

¿Cuál es el resultado de la escena?

Pues un cactus vestido de mariachi con la garganta rajada y una planta fosil con la garganta rajada. La vida ya no es dura para Tajuru y Val.


Shagga se paseaba con paso lento y los brazos extendidos.

—Cereeeeebros.

Desde que se había hecho zombi había descubierto el milagro de la autoliposucción. Tanto era así que se había quedado con un tipín estupendo, aunque siendo un zombi de poco le iba a servir.

Un perrete muy majo salió ladrando a su paso.

—Hola Shaggachu, ¿no habrás visto por ahí una piedra fuego? —preguntó Nod ansioso.

—Pues mira, ahora que lo dices sí —contestó Shaggachu—. La tengo justo aquí. Acércate un poquito.

Nod hizo caso y se acercó a Shaggachu.

—Vaaamos, perrete, justo aquí, en mi manita. Te vas a convertir en un precioso Arcanine, ya verás.

Nod no cabía en sí de gozo y saltaba de un lado a otro. Entonces, un hacha cayó sobre su cabeza. Un hacha blandida por Shaggachu, claro.

—Ooooh, poooobre perrete. No ha podido convertirse en un esplendoroso Arcanine.

En los siguientes minutos Shaggachu se dedicó a pellejar al pobre Nod para, después, lucir con orgullo su piel. Hércules lo hizo con el león de Nemea. Shaggachu no iba a ser menos.


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